lunes, 22 de octubre de 2012

MADRE, depositaria de la memoria que engendra y alimenta el fuego de la existencia.


Madre e Hijo por Gustav Klimt
Decir madre es pensar en la mujer que teje las redes de amor y trabajo en el hogar y fuera de él, en la tierra como la Pachamama, en el regazo de la vida misma. Esta mujer que almacena su psicología con múltiples yoes  que la enriquecen, nunca deja de ejercer el de madre. Es esa mujer para quien los hijos siempre están presentes en su mente y en su corazón. Rol inefable y eterno, inclaudicable, incomprensible para algunos espíritus que no pueden dimensionar la entrega maravillosa de amor. Sabemos que no siempre es correspondido en la magnitud de su generosidad hacedora. Pobre de aquellos que no lo pueden hacer. Felices, los que comprenden tal magnitud, y con valentía, más allá del tiempo y la distancia, reconocen su tibieza y valoran el entramado de la sangre y del corazón.
Quien sabe amar y respetar a su madre, seguramente, tiene un lugar especial en la cosecha de la eternidad. Los días adquieren aroma de primavera ante este sentimiento cercano y lejano, sabio y prudente, sumiso y noble de la creación.
¡Felicidades en tu Día, mamá, depositaria de la memoria que engendra y alimenta el fuego de la existencia!

Susana Quiroga



Duermo junto a mi madre
acurrucadas
heridas de ternura
mis piernas tocan sus piernas
esas piernas que me sostuvieron
nueve lunas
y un día me lanzaron
a la luz de la vida

nos separan unos cuantos atardeceres

/ya tengo grises en mi pelo/

nos encuentran amaneceres
radiantes
de sol de viento de tierra de lluvia
el canto de los gallos
el olor a lápices y cuadernos
a dulces y calientes naranjas
de los inviernos
en la cocina de hierro

la madre inclinada en la pileta
abrazaba el jabón blanco
en las pesadas sábanas
el hacha trozaba los leños
con la fuerza de sus frágiles brazos.

ahora
las dos dormimos acurrucadas
heridas de ternura con las manos unidas
llenas de luz
en el tejido de haceres y recuerdos
de dolores
y amores 

De Vuelve cuando la lluvia


jueves, 18 de octubre de 2012

POESÍA DE UN TIEMPO SIN TIEMPO




“…Otra vez sostiene
la aguja tejedora
enhebra
desenhebra
una y otra vez
palabras que se buscan
y se abrazan 
se atan para siempre…” B.S.                    

Una vez más, nos llega el suave e intenso lirismo de una poeta que vivió largo tiempo entre nosotros, más de treinta años, Blanca Spadoni. Los días la han llevado a Córdoba, pero  su poesía destella, adonde quiera que esté. Nos envía un texto nacido de un tiempo sin  tiempo, de un  devenir existencial repetido por las emociones que, en este caso, el título nos lo enuncia, La herida.
Bellas imágenes de mujer tejedora que trenza la vida en un rico tapiz de sentimiento y palabra. Percibimos a la mujer enamorada de la poesía que le permite expresar a un sujeto de pasión conmovido por el hacer de la existencia. Mujer hacedora que urde el tapiz de sueños y de sollozos con un lenguaje aparentemente sencillo, pero  rico, despojado y auténtico.
Profesora en Letras, publicó en poesía, Las Huellas infinitas, Palabra de piedra, palabra de agua, Los colores del grito, Intensidades.
Deseamos que sigan llegado a los lectores las redes de su poesía que, siempre, nos enriquecen.

Susana Quiroga

LA HERIDA


Con la mirada tejedora
de punto arriba abajo
hilos que se cruzan y lazadas
ella entreteje sutilmente
la trama
del sentimiento y la palabra

Va deletreando
con delicado esmero
las sutiles hiladas
de un chal confuso y permanente
que la envuelve
asfixia
y abandona

Otra vez sostiene
la aguja tejedora
enhebra
desenhebra
una y otra vez
palabras que se buscan
y se abrazan
se atan para siempre
en la urdimbre del verbo
que elabora

Es la red de punto cruz
y punto nuevo
tres puntos guión
aquí mayúscula
y la sangría
que nunca se termina
en el comienzo

Qué más decir
del soñado tapiz que el corazón
solloza

                                                                                          Blanca Spadoni-Zûrcher