Salí al amanecer luminoso con la bandera en la
mano. Los árboles brillaban. Los gallitos del ceibo habían trenzado una
alfombra roja en el césped y en el agua de la acequia que serpea susurrante y
fueguina. El frío se desvanecía para recibir la Memoria de este día.
Y de pronto, cantos de
pájaros triunfantes surcaron mi cielo, una bandada de loros confirmaba la
esperanza de una mejor Vida, de Paz y Justicia, de Trabajo y de Igualdad
Sonreí a todos los 25 de
mayo que nos dejaron estas quimeras. Y me dije que no claudicaría con mis deseos
fraternos de Libertad.
¡Quedó la bandera azul y
blanca en el portal de mi hogar!