Estamos caminando
la semana destinada a honrar a la Mujer, y que culmina con el día de su
celebración, el 8 de marzo. Cuando hablamos de Mujeres, recordamos a Antígona, uno de los personajes femeninos
emblemáticos de la tragedia griega. Símbolo de lo humano, vencedora en la muerte. Sinónimo de acción, de
libertad y de razón.
Representa la conducta que respeta valores
fraternales por encima de ciertas normas de los hombres. Antígona es la
muchacha valerosa que se enfrenta al tirano Creonte, su padre, para defender
los sentimientos humanos, para oponerse a decisiones de oprobio y muerte.
Porque la
Mujer es la depositaria de la memoria, en su matriz se engendra el
fuego de la vida que continúa la especie y por qué no, el Amor. Mujer, testimonio de una psicología femenina
poderosa. Sabemos que fuera del hogar le ha costado desarrollar su personalidad
e imponerse. Desde lo femenino, ellas lucharon, fueron revolucionarias,
espías, combatieron por la patria, por los ideales, por los principios
democráticos. Ya, durante
la Revolución francesa las mujeres
parisinas marcharon hacia Versalles y reclamaron junto a los hombreslibertad, fraternidad, igualdad social.. En Nueva York, a fines del invierno de 1857, al exigir por sus
derechos fueron atacadas por la policía. Recordemos a las heroínas de la Coronilla en Cochabamba, que se atrincheraron en la colina de San Sebastián donde
las tropas realistas las vencieron. Recordemos a 15.000 obreras que en marzo de 1908 marcharon por la
misma ciudad al grito de “¡Pan
y rosas!”, por
aumento de salario y mejores condiciones de vida. Y, al año siguiente, también
en marzo, más de 140 mujeres jóvenes murieron calcinadas en la fábrica
textil donde trabajaban encerradas en condiciones inhumanas. Siete años más
tarde, en Rusia - febrero de 1917, para el calendario ortodoxo, las obreras
textiles tomaron las calles reclamando “Pan, paz y libertad”, marcando así el inicio de la más
grande revolución del siglo XX. A nuestras mujeres del Bicentenario, de este
norte donde nació la patria, que se introducían entre las tropas realistas como
espías, con sus armas femeninas.
Finalmente, en 1910, durante un Congreso
Internacional de Mujeres Socialistas, la alemana Clara Zetkin propuso que se estableciera el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer en su homenaje.
En las últimas
décadas, la participación de la mujer en la vida civil argentina, en
agrupaciones sociales, estudiantiles y políticas se ha visto enriquecida, pero
también tuvieron que pagar su tributo frente a la represión.
Desde lo femenino, como madres,
reclamaron la ausencia de hijos desaparecidos, ya fuera con pañales en sus
cabezas, o infiltrándose en prostíbulos o mafias para liberar a jóvenes
secuestradas. Desde lo femenino, como hijas, novias, esposas entrañables
comparten la vida con el varón. Son Antígonas valientes que, a dentelladas,
supieron y saben defender la existencia, las salvajes luces, las inquietas sombras.
Lo mismo sucede en la vida literaria. No
dejamos de recordar aquella anécdota, entre otras, cuando el prestigioso
escritor Jorge Luis Borges dijo acerca de una poeta de su tiempo: “Su voz era
chillona y tenía aire de comadrita”. Esa comadrita fue la poeta Alfonsina Storni que supo enfrentar la
realidad, el mundo masculino, criar a su hijo como madre soltera, y brindarnos
un universo poético inconmensurablemente femenino. Ella se atrevió a expresar
en su poesía, el amor, el deseo, el dolor, temáticas reservadas al varón. Sonreímos ante tamañas expresiones, que aún
hoy continúan vigentes en ciertas mentalidades machistas.
Mujer, memoria. Por tanto, patrimonio de
vida. Y ellas/ nosotras /, reconocemos al poeta, al político, al sociólogo, al
científico, al padre, al hijo, a todo varón que sabe respetarnos y amarnos,
como también los respetamos y amamos. Responsabilidades recíprocas y justas
compartidas.
Por su fe, por sus desvelos, por sus alegrías,
por sus dolores, por todo eso, celebremos el ser mujer.