lunes, 5 de marzo de 2012

8 DE MARZO, DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER



¡Pan y rosas!”, “Pan, paz y libertad” 

Estos conceptos resumen la lucha de las mujeres por lograr un mundo mejor para sus vidas. Año tras año, miles de mujeres han salido a las calles en diferentes lugares del mundo para demandar nuevos derechos, defender los ya conquistados y luchar contra la discriminación que rechaza el principio de igualdad de oportunidades.
Recordamos algunos de ellos: Nueva York, fines del invierno de 1857. Las mujeres debían cumplir en fábricas textiles extenuantes jornadas de más de 12 horas a cambio de salarios miserables. Al reclamar por sus derechos fueron atacadas por la policía. Un 8 de marzo.
Medio siglo más tarde, en marzo de 1908, 15.000 obreras marcharon por la misma ciudad al grito de ¡Pan y rosas!, por aumento de salario y mejores condiciones de vida. Y, al año siguiente, también en marzo, más de 140 mujeres jóvenes murieron calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban encerradas en condiciones inhumanas. Siete años más tarde, en Rusia - febrero de 1917, para el calendario ortodoxo, las obreras textiles tomaron las calles reclamando “Pan, paz y libertad”, marcando así el inicio de la más grande revolución del siglo XX. Finalmente, en 1910, durante un Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, la alemana Clara Zetkin propuso que se estableciera el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a aquellas que valientemente se expresaron por el género.
Nos parece admirable e increíble el valor de esas mujeres, e inaudito que, en menor medida, persista esta actitud machista en la sociedad, aún en ciertas mujeres, madres, que por su educación e historia educan a los hijos varones con prerrogativas sobre la mujer. No todo es culpa de los varones.
Esta lucha ha ido perdiendo su carácter obrero, para constituir un reclamo de derechos básicos en la educación, el trabajo, la política, la cultura, las letras en las que trabajamos con pasión. No debiera existir en este siglo XXl escritor que manifieste que una mujer, no debiera escribir. Y que haya lectores y escritores que avalen tal pensamiento. Nos preguntamos: ¿Quién es el dueño del Canon?
La mujer no solo construye su rol de novia, esposa, madre. No solo fue la patriota que luchó al lado de su amor, es y seguirá siendo la inspiradora de nobles sentimientos, la trabajadora, la que acciona en el hogar, en empresas y altos cargos. Ella, también, es la que escribe, la que ama, la que sueña, la que sostiene la memoria, la que enriquece los recuerdos y hace germinar la esperanza.
Para corroborar estos pensamientos presentamos textos de mujeres que escriben, y textos de varones que hablan de ella.

Susana Quiroga

BUSCÁNDOTE

Buscándote los ojos
salgo a hundirme
en las estrellas

Buscándome el alma
sigo quieta.
en su mirada

Del libro “Voy siendo”- 2002
Estela Mamaní, poeta, Profesora en Letras jujeña, vive en Tilcara

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO                                            

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.
Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.
Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.
Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.
Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.
Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.
Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.
Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.
Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.
 
De Vientos del pueblo, 1937.
Miguel Hernández, poeta español de la generación del 27- (1910-1942)  




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