El llamador de ángeles gira alborotado, alegre. Sus brazos
de metal tañen al compás de la brisa que entra por la ventana. Los sonidos
cantan, me llaman, juegan, me llenan de esplendor. Es noche, despertarán a mis
nietos.
_Silencio -digo. Con mi dedo en los labios y en muda
confidencia, sonrío, los despido, cierro
la ventana.
¡Ah, mis ángeles!
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