
_ ¡Ay, hija! ¿Les has pedido
permiso a la Pachamama? ¿Le dijiste que las amas, que las cuidarás?
Se quedó pensando, asombrada se dijo: Pero la Pachamama sabe de mi amor, ella sabe… Comprendió. Juntó papas de diferentes sabores, colores y presencias. Con sus manos morenas y tibias las acarició con aceite y romero, una a una. Las arregló escalonadas como apacheta. Entonces, esperó trémula el crepúsculo, la luz de las primeras estrellas y de la luna redonda casi blanca. Convocó a la raza milenaria, rezó, las veló, las ofrendó a la Madre Tierra durante toda la noche.
Al otro día con la mejor luz las fotografió. Sonrió. ¡Nunca se habían visto tan hermosas!
Se quedó pensando, asombrada se dijo: Pero la Pachamama sabe de mi amor, ella sabe… Comprendió. Juntó papas de diferentes sabores, colores y presencias. Con sus manos morenas y tibias las acarició con aceite y romero, una a una. Las arregló escalonadas como apacheta. Entonces, esperó trémula el crepúsculo, la luz de las primeras estrellas y de la luna redonda casi blanca. Convocó a la raza milenaria, rezó, las veló, las ofrendó a la Madre Tierra durante toda la noche.
Al otro día con la mejor luz las fotografió. Sonrió. ¡Nunca se habían visto tan hermosas!
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