Veo miedo en sus gestos.
Anoche, se sacudieron mis entrañas. Sí, yo provoqué la quebradura en la tierra,
la sequía ardiente con el viento. Yo fui, yo, La Pacha, porque me profanaron.
¿No debían cuidarme? ¿Por qué jugaron con fuego? Destrozaron los arbustos, los árboles. Quebraron
los cardones, esos que se vistieron de soldados para salvarlos del enemigo cercano.
¡Ésos, estaban prohibidos tocarlos! Me desgarraron. Los transformaron en
cajitas, lámparas y portarretratos.
Y ahora, ni
siquiera lluvia, ni acequias, ni río. Apenas un hilo cristalino que se pierde
en mis vestimentas. Y los ganados sufren extraviados, y la sed se adueña de
todos. No hay agua. Es un castigo. No quiero tributos ¡Tiemblen, descarriados!
René Reinaga
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