jueves, 25 de agosto de 2022

Las aventuras de la China Iron en mi cuarentena


Casi con el crepúsculo termino la lectura de la novela de Gabriela Cabezón Cámara, Las aventuras de la China Iron. No sé cuánto me ha gustado la historia, pero sí sé que está magníficamente escrita.
La narradora ha intentado fundar en ella un mundo distinto liberador, ansiado, diferente que avanza por la pampa, el desierto, fortines y tolderías, por las aguas del Paraná en busca de un paraíso, de otro país.
Y para construir ese imaginario mundo mezcla paisajes, personajes de diferentes contextos, indios, ingleses, criollos, acude a la intertextualidad, así aparece Fierro como el marido de Iron que canta los versos conocidos, cuenta la  esclavitud y miseria vividas y se duele del dolor que le produjo a la mujer con quien tuvo dos hijos.
Ella, la China, va sorteando otra realidad con alegría, descubre el placer del sexo y del conocimiento que le brinda Liz, la inglesa, con quien marcha en busca de la nueva vida.
Un lenguaje rico conocedor de yerbas, plantas, árboles y costumbres del desierto, de las tolderías y la selva, luce el discurso. Dos mundos se contraponen: el mundo occidental de conocimientos y sedas con el rústico esclavizante y rebelde en que viven los personajes americanos.
Entonces, ese remolino de ideas, viajes y saberes que propone la narradora me impacta, y me golpea con un interrogante existencial:
            ¿Qué somos? ¿Apenas un instante, un recuerdo? ¿Descendientes que buscan un destino mejor que el que nos propone esta cuarentena?

            Pienso, siento. Solo el silencio de los pájaros y el graznidos de las pavas me sostienen en el atardecer.

Susana Quiroga

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