lunes, 8 de abril de 2013

RESCATANDO LA NOSTALGIA


                                                     “…Todavía yo tengo el valle,
                   tengo mi sed y su mirada 
Será esto la eternidad
     que aún estamos como estábamos.
G.M.

GABRIELA MISTRAL, PERSONALIDAD PACIFISTA, LIBRE PENSADORA Y FEMINISTA

En un día como hoy, 7 de abril pero de 1889,  nace la escritora Gabriela Mistral en Vicuña, Chile. Una de las más grandes poetas de la lengua española, y de prestigio internacional.
Su obra poética surge del modernismo, de la influencia de poetas como Amado Nervo, Rubén Darío, entre otros. Se percibe en su poesía ausencia de retórica y el gusto por el lenguaje coloquial, más allá del uso de imágenes y símbolos propios del movimiento. Entre sus temas predilectos: la maternidad, el amor, la comunión con la naturaleza americana, la muerte como destino, y un singular panteísmo religioso.
Su personalidad pacifista, libre pensadora y feminista le causó problemas en una época en que ciertas conductas las manejaban los varones. Hasta los medios literarios la ignoraban por ser mujer. Pero ella siguió adelante y supo luchar por los derechos humanos, por el voto de la mujer y la igualdad con el hombre. Hizo del magisterio una pasión.
                La preocupación por la identidad americana manifestada en su obra, tanto en verso como en prosa, nos  demuestra un espíritu intelectual avanzado y cosmopolita a comienzos del siglo XX , plenamente vigente en estos momentos. Cualidades de Gabriela Mistral que confirman el Premio Nobel de Literatura que le fuera otorgado por primera vez a una escritora latinoamericana en 1945.
                Muere en Nueva York, el 10 de enero de 1957, a los 68 años.

                Nuestro homenaje a una gran poeta y mujer.
Susana Quiroga

BEBER
                 Al Dr. Pedro De Alba

Recuerdo gestos de criaturas
y son gestos de darme el agua

En el Valle de Río Blanco,
en donde nace el Aconcagua,
llegué a beber, salté a beber
en el fuete de una cascada,
que caía crinada y dura
y se rompía yerta y blanca.
Pegué mi boca al hervidero,
y me quemaba el agua santa,
y tres días sangró mi boca
de aquel sorbo del Aconcagua.

En el campo de Mitla, un día
de cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio
a sostenerme sobre el agua,
y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas.
Bebía yo lo que bebía,
que era su cara con mi cara,
y en un relámpago yo supe
carne de Mitla ser mi casta

En la Isla de Puerto Rico,
a la siesta de azul colmada,
mi cuerno quieto, las olas locas,
y como cien madres las palmas,
rompió una niña por donaire
junto a mi boca un coco de agua,
y yo bebí, como una hija,
agua de madre, agua de palma.
Y más dulzura no he bebido
con el cuerno ni con el alma.

A la casa de mis niñeces
mi madre me traía el agua.
Entre un sorbo y el otro sorbo
la veía sobre la jarra.
La cabeza más se subía
y la jarra más se abajaba.
Todavía yo tengo el valle,
tengo mi sed y su mirada.
Será esto la eternidad
que aún estamos como estábamos.


Recuerdo gestos de criaturas
y son gestos de darme el agua.
                               De Tala

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