De pronto,
te bañó el crepúsculo los gestos, y todo el rostro destelló iluminado de
rojizoanaranjado. El avión giró y un ala sombreó tu frente, pero no tu sonrisa
que seguía pintando tus pensamientos, tus anhelos.
Abajo, la Amazonia serpenteada de
reflejos. Poco a poco, el verde se hizo
azulgris mientras el sol jadeaba y se resistía al abandono. Clavaba sus rayos en
el cielo todavía transparente, se perdía palmo a palmo en el horizonte.
Un mar azulnegro. Un cielo
naranjagris.
Te miré y me sumé a la magia del
momento y quise que compartiéramos el próximo destino: mar, selva o desierto.
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