sábado, 31 de octubre de 2020

25 de junio de 2020

Ha llegado el invierno
Después de hermosos días plenos de sol, de flores obstinadas como las de mi ceibo, que no solo ofrecen su sabor dulce a las bandadas de loros que estrepitosamente se asientan en sus ramas y, a una orden, con sus graznidos rumorean y aletean en el cielo. Después de la tibieza otoñal recibida en la piel y en el alma, al observar las nubes grises y el silencio y la soledad que reinan en el ambiente, digo con cierta desazóny un ligero abatimiento: llegó el invierno.
Sí, ha cambiado la estación del año y también el movimiento del sol que comienza a acercarse hacia el sur, hemos vivenciado el solsticio de invierno.
Pero recordamos que este solsticio sostiene una de las significaciones filosóficas más importante: muerte-renacimiento, transformación positiva. Renovar la propia energía para animarnos a cambiar rumbos que nos permitan soñar proyectos.

Entonces, deseamos que se muera el virus que acongoja y hace sufrir a los que se enferman. Y también hubiéramos deseado volver a vivir la fogata de San Juan para llenarnos los brazos de leños y armar una gran luminaria de lenguas rojizas, largas y altas, trenzas de fuego que destellan en la oscuridad, que logran hacernos sentir su calor en la cara, en el cuerpo como cuando éramos niños.
Porque las fogatas queman las tristezas mientras se salta descalzos entre las brasas.
Sí, quemar lo malo, el corona virus, para que  podamos volver a vivir, arder, chispear, renovarnos, cantar, recitar, bailar, a recuperar la fe en la vida, en el hombre, en el amor.

Con el frío renovemos las esperanzas, renazcamos.

Susana Quiroga





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