martes, 13 de diciembre de 2011

Porque diciembre era el mes de mi padre, primavera, vida, verano en mi recuerdo


EL SILBIDO            
                                               a mi papá
              Entre los miles de silbidos de los pájaros, el silbido de mi padre. Alegre, me llama, se esconde entre los murmullos del amanecer. Insistente me lanza su recuerdo.
            Silbando en aquel otro amanecer, en su bicicleta trajo a la partera. El primer hijo de su esposa-novia, ya madre, ya ternura, tan joven. Silbaba su esperanza, silbaba su futuro, la plenitud. Y el silbido trenzó las calles de la ciudad, las primeras claridades, y la ansiedad se esfumó en las dimensiones del tiempo. Y fue el primer hombre en la espera, y mi madre la primera mujer en el misterio del Amor, de la Luz, y mi hermano, el primogénito.
            Ahora el silbido me llama, alegre; se esconde entre los miles de silbidos de los pájaros de este amanecer. Insistente su recuerdo, su esperanza.

            Los delantales blancos, almidonados con un gran moño en la cintura, mariposas de alas extendidas, avanzan en la clara mañana. Los zapatos brillan, también los rostros, las sonrisas. Detrás del estandarte, mi hermana y yo desfilamos en la fecha patria al compás de la marcha, de los redoblantes, de los espectadores-padres que orgullosos nos observan. Y de pronto, la certeza, el silbido cómplice delata la presencia, el silbido, la señal que sube y baja en dos tiempos nos acompaña, nos mira. El silbido alegre nos llama, se esconde entre las palomas del aire. Y el paso, entonces, es más firme, y el pecho, más erguido. Y yo le respondo con mi sonrisa.

            El silbido me convoca alegre; me sigue convocando arrebujado en las alas del tiempo, se esconde, nostálgico, entre los miles de silbidos de los pájaros, juega con la luz de este amanecer.
            Insistente, su memoria, la esperanza…desde otro cielo.
 

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