“…ya
sea con ceremonias o solo con el recuerdo y el silencio, ellos están presentes,
siempre, en el corazón.”
Los días 1° y 2 de noviembre, Día de Todos los Santos y de los Fieles
Difuntos, son dedicados a abrazar con el recuerdo y diferentes ceremoniales
a los seres queridos que partieron a otro cielo.
Desde la antigüedad, la conmemoración de los muertos constituye una celebración
especial tanto en el oriente como en el occidente, y se la manifiesta de
diferentes maneras. La fe religiosa mezclada con las tradiciones, las
costumbres, las creencias populares, señala que las almas de los que se fueron
regresan del cielo a las casas donde vivieron, en encuentro emocionado.
Cuando los
conquistadores llegaron a América en el siglo XV existía esta práctica
pagana y en el deseo de interculturalizar las costumbres, los católicos
intentaron que las fechas coincidieran con el calendario católico. Desde Colombia hasta Mendoza, aquí, en
Jujuy, en la Quebrada
como en la Puna
y a lo largo de todo el Tawantinsuyo, este ceremonial necesita centrar la mirada en los seres queridos que murieron para
expresar la nostalgia. Sus obras, sus
haceres han quedaron marcados en la travesía de la existencia. Por eso las
jornadas de meditación, de tristeza y remembranzas, de presencias eternas en el
afecto.
Lo cierto es, que ya sea con ceremonias o solo con el
recuerdo y el silencio, ellos están presentes, siempre, en el corazón.
Susana Quiroga
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